Lo diminuto de los detalles, fué lo que comenzó a inquietarle.

Los brillos, la purpurina, la peluca y el carmín saturaban la suave sonrisa que se apagó una noche... aquella noche.
Esa maldita noche danzaban las esquinas y reboloteaban las farolas que iluminaban los pasos de los transeúntes que curiosos,
la contemplaban en su escaparate.
Fué allí donde le arrancaron el cuerpo ( para violarle el alma)
y moldearon su busto inerte, ya sin expresión y sin sonrisa.
la contemplaban en su escaparate.
Fué allí donde le arrancaron el cuerpo ( para violarle el alma)
y moldearon su busto inerte, ya sin expresión y sin sonrisa.
Pero cuando lo pequeño te inunda,
lo diminuto se hace grande.
lo diminuto se hace grande.
Y allí en la bañera se encontró con su otro alma.
Rotos de deseo transformaron aquella pecera
en el océano que los devolvería a la vida,
donde una lluvia dorada de purpurina reflejó la magia de aquella,
su última noche.
Café con Agua
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