
¡Frota, frota!-Decía la jovenzuela, con una mezcla de deseo y temor.
"Si cumples mis deseos, prometo cumplir los tuyos también, y por fín te podré liberar de esa maldita lámpara."
Pero el cuento se invirtió, y además de no realizarle ningún deseo a la jovenzuela, el Genio de la Lámpara, salió liberado y desapareció para siempre.
Sólo le quedo una moraleja de la que aprender a la pequeña campesina (que más tarde se convertiría en Diosa...):
Café con Agua
2 comentarios:
Quizás sus deseos si se realizaron, sus verdaderos deseos, esos que no necesitan de genios para ser cumplidos.
Como siempre, me calmas y me haces conectar con lo verdadero.
Uno de mis grandes deseos sería volver a caminar por mi niñez...pero verlo desde fuera...vivrlo de nuevo sería prácticamente imposible ^^
Deliré en este café...
un beso!
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